A medida que el Protestantismo se desarrolla en América Latina, crece el número de sus adherentes que forma parte del contingente de intelectuales que sobresalen por la calidad de su pensamiento y el rigor con el que llevan a cabo su tarea. Es un hecho del que, tanto como protestantes así como evangélicos nos congratulamos. Esto no era tan corriente hace pocos años; los miembros de las Iglesias Evangélicas que se hacían notar por la calidad de su trabajo intelectual formaban parte de una minoría que, por un lado sorprendía a la comunidad de creyentes por la osadía de sus reflexiones, al mismo tiempo que llamaban la atención de colegas estudiosos y eruditos que por lo general entendían que, entre los grupos de protestantes en Latinoamérica, difícilmente podían existir intelectuales de renombre.
Antõnio Gouvêa Mendonça fue parte de esa minoría de evangélicos que estuvo a la altura de su vocación intelectual. Cuando llegó la noticia de su fallecimiento, el 20 de octubre pasado, quienes hemos llegado a gozar de los dones de su existencia y amistad, nos sentimos acongojados y agradecidos al mismo tiempo. La congoja es natural, porque alguien que nos ayudó a reflexionar dejó de estar con nosotros; sólo queda la memoria para hacerlo presente. Una colección de recuerdos que no deseamos no se pierda entre los acontecimientos que se olvidan. Los hechos que apreciamos de nuestra existencia son tesoros que guardamos con cuidado porque forman la trama de lo que hemos llegado a ser. Y eso nos apela a ser agradecidos; por un lado a quienes –como Mendonça- nos inspiraron, ayudaron y nos permitieron crecer. Y por otro lado a Dios, que en el misterio de su bondad nos galardona con amigos tan queridos, tan amables.
Mendonça fue hijo de agricultores. Éstos, concientes de la importancia de la formación escolar en la vida de una persona, hicieron lo necesario para que él creciese amando a la sabiduría. Los grados académicos que obtuvo fueron resultado de su fidelidad a la vocación intelectual. Se graduó en Filosofía por la Universidad de São Paulo en 1957, y se doctoró por esa misma casa de estudios en l982; defendió su tesis sobre elementos religiosos, sociales y políticos que contribuyeron a consolidar la presencia del Protestantismo en la sociedad brasileña. Ha sido publicada bajo el título O Cceleste Porvir: a inserção do Protestantismo no Brasil. Antes de conseguir su doctorado fue designado profesor y rector de la Facultad de Teología de la Iglesia Presbiteriana Independiente de São Paulo.
Mendonça dejó clara su marca en la formación de pastores y teólogos de la IPI. A partir de 1982 formó parte del cuerpo docente de Centro de Post Grado de Ciencias de la Religión del Instituto Metodista de Enseñanza Superior de São Bernardo do Campo (hoy Universidad Metodista de São Paulo). Es uno de los profesores que contribuyeron de manera decisiva para que ese Centro de estudios de post grado fuese reconocido como “excelente”. Ejerció la docencia en esa casa de estudios por más de dos décadas. Continuó siendo profesor de Ciencias de la Religión en la Universidad Presbiteriana Mackenzie, de São Paulo, coordinando el Instituto de Estudios de la Reforma.
La carrera académica de Mendonça fue brillante. Ha sido quien hizo la mayor contribución al conocimiento del Protestantismo en el Brasil desde la perspectiva de las ciencias sociales. Al mismo tiempo, el testimonio de su vida y la procura de seguir el curso de su vocación cristiana son rasgos que lo distinguen. Gracias, Mendonça. Gracias a Dios por su vida, como cristiano, ecuménico convencido, como intelectual.
Antõnio Gouvêa Mendonça fue parte de esa minoría de evangélicos que estuvo a la altura de su vocación intelectual. Cuando llegó la noticia de su fallecimiento, el 20 de octubre pasado, quienes hemos llegado a gozar de los dones de su existencia y amistad, nos sentimos acongojados y agradecidos al mismo tiempo. La congoja es natural, porque alguien que nos ayudó a reflexionar dejó de estar con nosotros; sólo queda la memoria para hacerlo presente. Una colección de recuerdos que no deseamos no se pierda entre los acontecimientos que se olvidan. Los hechos que apreciamos de nuestra existencia son tesoros que guardamos con cuidado porque forman la trama de lo que hemos llegado a ser. Y eso nos apela a ser agradecidos; por un lado a quienes –como Mendonça- nos inspiraron, ayudaron y nos permitieron crecer. Y por otro lado a Dios, que en el misterio de su bondad nos galardona con amigos tan queridos, tan amables.
Mendonça fue hijo de agricultores. Éstos, concientes de la importancia de la formación escolar en la vida de una persona, hicieron lo necesario para que él creciese amando a la sabiduría. Los grados académicos que obtuvo fueron resultado de su fidelidad a la vocación intelectual. Se graduó en Filosofía por la Universidad de São Paulo en 1957, y se doctoró por esa misma casa de estudios en l982; defendió su tesis sobre elementos religiosos, sociales y políticos que contribuyeron a consolidar la presencia del Protestantismo en la sociedad brasileña. Ha sido publicada bajo el título O Cceleste Porvir: a inserção do Protestantismo no Brasil. Antes de conseguir su doctorado fue designado profesor y rector de la Facultad de Teología de la Iglesia Presbiteriana Independiente de São Paulo.
Mendonça dejó clara su marca en la formación de pastores y teólogos de la IPI. A partir de 1982 formó parte del cuerpo docente de Centro de Post Grado de Ciencias de la Religión del Instituto Metodista de Enseñanza Superior de São Bernardo do Campo (hoy Universidad Metodista de São Paulo). Es uno de los profesores que contribuyeron de manera decisiva para que ese Centro de estudios de post grado fuese reconocido como “excelente”. Ejerció la docencia en esa casa de estudios por más de dos décadas. Continuó siendo profesor de Ciencias de la Religión en la Universidad Presbiteriana Mackenzie, de São Paulo, coordinando el Instituto de Estudios de la Reforma.
La carrera académica de Mendonça fue brillante. Ha sido quien hizo la mayor contribución al conocimiento del Protestantismo en el Brasil desde la perspectiva de las ciencias sociales. Al mismo tiempo, el testimonio de su vida y la procura de seguir el curso de su vocación cristiana son rasgos que lo distinguen. Gracias, Mendonça. Gracias a Dios por su vida, como cristiano, ecuménico convencido, como intelectual.
Julio de Santa Ana, Uruguay - Brasil
LUPA PROTESTANTE
Revista de teología y opinión publicada por Ateneo Teológico
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